Hay
lugares que, en nuestra memoria, quedan eternamente asociados a
ciertas personas. Cuántos gestos, palabras, lugares tengo asociados
a mi madre. Pero nuestro encuentro profundo se producía en la
cocina, alrededor del fuego. Quizás en esa ceremonia de
transmutación, en la que todos nos sentimos un poco magos, surgía
ese necesario clima de complicidad para abrir nuestras almas y
compartir nuestros fuegos.
Desde
pequeña me invitó a meter las manos en la masa y a amasar jugando
esos tallarines caseros y esos ravioles, en los que se percibía su
sangre italiana. Y las salsas que se hacían lentamente, con
paciencia y cariño, en la comprensión de que se debe cocer “a
fuego lento” para que los alimentos se vayan transformando en su
textura y olores, adquiriendo el perfume del orégano, del comino,
del laurel. Y estas especies no venían en envases de supermercado,
una de mis tareas era ir en bicicleta a buscar unas ramitas a casa de
una vecina que las cultivaba en su huerta.
Y
luego mi madre hacía la magia y ¡abracadabra!, esos tomates
turgentes y rojos se mezclaban con los pimientos verdes y con la
cebolla previamente salteada...
Y
todo se unía en la magia del fuego lento, con el aroma de las
especies, y en medio de esa variedad de olores, se iba tejiendo la
complicidad entre nosotras.
Es
necesario ejercitar la paciencia, imprescindible para que se vaya
produciendo el cambio, a fuego lento, y esa paciencia propicia la
charla íntima, el compartir.
Mi
madre me enseñó a sentir placer en el acto de cocinar, a disfrutar
ese tiempo diario que dedicamos a preparar los alimentos que vamos a
compartir en familia, a jugar y crear con mis manos y mi ternura en
esa tarea cotidiana.
Quería
escribir sobre la especial emoción que nos producen ciertos sabores
y olores, considerando la asociación que hace nuestra memoria con
nuestros recuerdos
(http://cukmi.com/el-sabor-de-la-comida-no-esta-en-los-alimentos/), pero como para mí todo este tema está tan asociado al recuerdo de
mi queridísima madre, hoy lo quiero compartir como homenaje a ella y
todas las mamás en su Día.
Y
hablando de emociones provocadas por los sabores y olores, qué mejor
que recordar algunas escenas de esa entrañable película, “Como
agua para chocolate”.
Otro
20 de Julio, fecha en la cual, desde hace ya unos treinta años,
celebramos el Día del Amigo en Argentina. Ya sé que como decía mi
madre, estas fechas son comerciales y que todos los días son el Día
del Padre, de la Madre, del Amigo, etc. Pero no puedo dejar de
reconocer que constituyen una buena ocasión para detenernos un
momento en nuestro vértigo cotidiano y considerar especialmente el
motivo del festejo. Y en este caso, me permite detenerme a observar
este especial lazo que tejemos con algunas personas y me parece una
buena ocasión para rendir un pequeño homenaje a mis queridos
amigos.
Entonces
se me ocurrió -recién ahora sí, bueno ¡más vale tarde que
nunca!- ir al Diccionario a buscar la palabra “amistad” y según
el de la Real Academia Española: “del latín amicĭtas,
por amicitĭa,
de amicus,
amigo, que deriva de amare,
amar: afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra
persona, que nace y se fortalece con el trato”
Y
busqué un texto de Aristóteles sobre la amistad: “La amistad es
una virtud, va acompañada de virtud y, además, es lo más necesario
en la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todo tipo
de bienes.”
“En
la pobreza y en las demás desgracias se considera a los amigos como
el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error;
los viejos, para sostener su debilidad. Los que están en plenitud de
facultades, porque siempre la unión hace la fuerza...”
“Además
de necesaria, la amistad es también algo hermoso.”
“El
amigo es uno de los mayores bienes, y la carencia de amigos y la
soledad es lo más terrible, porque toda la vida y el trato
voluntario se desarrolla entre amigos: pasamos la mayor parte del
tiempo con nuestros familiares y amigos, o con los hijos, padres y
esposa.”
“Dice Eurípides que "cuando Dios da bienes,
¿qué necesidad hay de amigos?". Pero parece absurdo atribuir
al hombre feliz todos los bienes y no darle amigos, que parecen
constituir el mayor de los bienes exteriores. Además, nadie querría
poseer todas las cosas y estar solo, pues el hombre es animal social,
y por naturaleza necesita convivir.”
“Igual que los que se
aman desean, por encima de todo, verse, lo que más buscan los amigos
es la convivencia. Amistad es, en efecto, convivir, y desear para el
amigo lo mismo que para sí. Igual que nos resulta agradable la
sensación de vivir, nos resulta grata la vida de nuestros amigos, y
por eso buscamos su compañía. Y aquello en lo que ponemos el
atractivo de la vida es lo que deseamos compartir con ellos. Por eso
unos beben juntos, otros disfrutan con el mismo juego practican el
mismo deporte, o salen de caza, o charlan sobre filosofía. Y todos
ellos pasan el tiempo junto aquello que más les gusta de la vida.
Porque para convivir hay que buscar lo que favorezca la
convivencia...”
“La
amistad por interés no busca el bien del amigo, sino cierto
beneficio. Tampoco los frívolos son desinteresados, pues buscan su
propio agrado. Estas amistades no son auténticas, y son fáciles de
disolver cuando el amigo deja de ser útil o agradable. La
amistad interesada parece darse sobre todo en los viejos, y en los
hombres maduros y jóvenes, que buscan la propia conveniencia. Tales
amigos no suelen convivir mucho, pues sólo se estiman el uno al otro
en la medida en que tienen esperanzas de beneficio.”
“En
cambio, la amistad entre los jóvenes suele tener por causa el
sentimiento de agrado y las ganas de pasarlo bien. Eso es lo propio
de la juventud, y por eso los jóvenes son amigos y dejan de serlo
con facilidad, pues el sentimiento cambia fácilmente.”
“La
amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud,
porque estos quieren el uno para el otro lo auténticamente bueno.
Como la virtud es permanente, estas amistades también lo son, además
de útiles y agradables. Es natural, sin embargo, que tales amistades
sean raras, porque los hombres no suelen ser así. Además, requieren
tiempo y trato, pues no es posible conocerse en poco tiempo, ni
tampoco aceptarse mutuamente como amigos hasta que cada uno se ha
mostrado al otro como digno de afecto y confianza. Los que se
apresuran a cambiar entre sí pruebas de amistad quieren, sin duda,
ser amigos, pero no lo son aún, porque el deseo de amistad surge
rápidamente, pero la amistad no.”
“El
bueno, al hacerse amigo de alguien, se convierte en un bien para
aquel de quien es amigo.”
“La
distancia no impide la amistad, sino su ejercicio. Pero si la
ausencia se prolonga, también la amistad parece caer en olvido, y
por eso se dice que la falta de trato deshace muchas amistades”
Todo
el texto es valioso y cada frase da para la reflexión pero me quedo
con la última, quizás porque me encuentro lejos de mi “lugar de
origen” (me gusta ésto de “lugar de origen” porque a lo largo
de la vida, vamos teniendo muchos “lugares” y todos nos van
dejando huella ya que vamos dejando un poquito de nosotros mismos en
cada uno de ellos). Y estoy lejos de mi hermano, mi cuñada, mis
sobrinos, mis primos, mis amigos de la infancia y adolescencia, de la
Facultad y del trabajo, de los amigos de Coronda, Santa Fe, Rosario,
Buenos Aires, Córdoba, Colonia, Santo Domingo, Panamá, Madrid, y
muchos más distribuidos por el mundo. Y en este punto, quiero
rescatar la importancia que hoy tienen las redes sociales en el trato
cotidiano y frecuente con los amigos, una experiencia que no pudo
llegar a imaginar Aristóteles y que nos permite mantener ese
contacto familiar con esa gente a la que es tan fácil
mirar a los ojos y continuar una charla que quedó interrumpida en
algún recodo del camino.
Antes
teníamos las cartas manuscritas pero entre el tiempo de ida y
vuelta, las noticias perdían su vigencia y las emociones se
aplacaban. Hoy tenemos tan cerca el mouse y el “me gusta” que
tenemos que pensar dos veces antes de dar al “enter”.
Así
que quiero enviar un enorme abrazo a todos y cada uno de mis queridos
amigos, que me acompañan en mis alegrías y preocupaciones, que
comparten o no opiniones, gracias a los cuales me enriquezco a diario
y con cuyo apoyo sigo adelante con optimismo y alegría. ¡Feliz Día
del Amigo!.
Siempre,
desde pequeña, me apasionaron los juegos de palabras. Se pueden
practicar mientras caminamos por la calle, esperamos un autobús,
aguardamos un turno o mientras ponemos cara de “te estoy
escuchando” y emitimos un “claro” o “por supuesto” de vez
en cuando.
Hace
pocos días fui a la playa con mi hija menor, estaba fresco y nublado
y la playa estaba a nuestra disposición, nos sentamos frente al mar
y me propuso jugar a “palabras encadenadas”. Luego la invité a
buscar una palabra que reuniera condiciones de sonoridad, significado
y belleza. Y me preguntó “cuándo una palabra es linda?”.
Intenté desarrollar argumentos, es una niña muy ágil y cuestiona
todo, pero caí en la cuenta de que lo lindo es
subjetivo y que las palabras tienen una carga emocional por lo cual
algo “lindo” para mí, puede no serlo para otro. Le comenté que
a mí me gusta la palabra “entrañable”, la encuentro musical,
hace referencia a las entrañas, lo más íntimo o esencial, lo más
oculto y escondido, los
sentimientos y está asociado a lo emocional, por
supuesto. Pero no convencí a Bárbara.
Hace
unos días estaba hablando con un amigo argentino, instalado en España
desde hace mucho tiempo, y comentábamos la dificultad que tienen los
hispanoparlantes no argentinos para comprender el uso que se le da
cotidianamente a las malas palabras en nuestro país, ya que según
el contexto, el tono de voz y los gestos, en definitiva la comunicación no verbal, se pueden usar para un saludo afectuoso
entre amigos o para un soberano insulto. Por ejemplo, la expresión
llena de significado que es “hijo de puta”: entre amigotes, a veces, se saludan “cariñosamente” con un “¿qué hacés hijo de puta?”,
con los brazos abiertos, una enorme sonrisa, invitando al abrazo.
Pero si la misma expresión la usa un automovilista en medio del
frenético tráfico porteño, con un grito lleno de agresión, con el
ceño fruncido y agitando el brazo fuera de la ventanilla del coche,
cambia totalmente el significado.
Volviendo
al juego de palabras, Bárbara me preguntó qué significa
“entrañable”. Felizmente, tiene mucha curiosidad y no se cansa
de averiguar sobre todo lo que le resulta novedoso, es inquieta
intelectualmente, algo no muy común en los adolescentes. Dice la
psicóloga Gloria Gitaroff que “las palabras enriquecen el
pensamiento”
(http://www.clarin.com/sociedad/idioma-enriquece-pensamiento_0_617938334.html
), e hizo esta afirmación en relación al estudio de la Real
Academia Española según el cual los jóvenes utilizan el 25 % de la
cantidad de palabras que usa habitualmente un ciudadano medio - entre
500 y 1000 palabras del español- para comunicarse a diario. Debemos
considerar que nuestro idioma cuenta con casi 100.000 vocablos, luego
esas 240 palabras son aproximadamente el 0,03 % del total de que
disponemos para expresarnos..
(http://www.fundeu.es/noticias-articulos-para-hablar-los-jovenes-utilizan-solo-240-palabras-6835.html
)
Asimismo,
Gitaroff afirma que “ La
riqueza del idioma que se maneja hace también a la riqueza del
pensamiento. Tengamos en cuenta que los sinónimos no existen, en el
sentido de que una palabra quiera significar exactamente lo mismo que
otra, será aproximadamente igual. Las formas de empobrecimiento del
lenguaje pueden estar en la jerga de los jóvenes, que utilizan
palabras-valija, esto es que sirven para expresar, por cierto sin
precisión, un gran número de cosas.
“
Tenemos
que hacer un esfuerzo consciente en el uso de las palabras, en
enriquecer nuestro vocabulario, en hojear el diccionario más a
menudo y memorizar palabras nuevas porque, como dicen los expertos
mencionados, la variedad y extensión de nuestro vocabulario
contribuye a la riqueza del pensamiento.
Cuando mi querido y respetado Dr. José Martínez Romero (LOGOTERAPIA Encontrar sentido a la vida- http://logoterapiagalicia.blogspot.com/ )me sugirió escribir, con motivo del Día Internacional de la Mujer, sobre una reconocida escritora argentina como Alfonsina Storni (1892-1938) o María Elena Walsh (1930-2011), caí en la cuenta de que ambas constituyeron mis primeros contactos con la poesía. Aprendí a declamar, casi al mismo tiempo que a leer, de la mano de María Elena Walsh, con los poemas del libro “El reino del revés”. Ya adolescente, cayó en mis manos una antología completa de Alfonsina Storni y me volví su total admiradora, como nos ocurre con todos los amores que contraemos en esa época de la vida.
Ambas pertenecen a esas precursoras que han ido allanando el camino para las mujeres que venimos por detrás, siguiendo sus huellas. Mujeres independientes, que se atrevieron a incursionar en mundos masculinos, vedados para ellas, cada una en una época distinta. Alfonsina fue la primera mujer escritora que logró ser una más en las tertulias que celebraban notorios escritores de su tiempo, como sus grandes amigos Horacio Quiroga y José Ingenieros. Participó en la peña del Café Tortoni junto al pintor Benito Quinquela Martín, al músico y compositor - autor de “Caminito”- Juan de Dios Filiberto y al músico Pascual de Rogatis, entre otros. La peña se llamaba Signos y desde allí se hicieron las primeras emisiones de la radio Stentor y otras actividades culturales. El poeta Federico García Lorca no dejó de asistir a la misma ni una sola noche, en ocasión de su visita a Buenos Aires en 1934.
Estas mujeres con nombres reconocidos, con libros y discos editados, son la punta del iceberg de ese movimiento lento que avanza desde hace mucho tiempo, de mujeres anónimas, que en el día a día dan pasos para lograr ponerse a la par del hombre, mujeres anónimas como mis abuelas, maestras en el interior de Argentina, durante la primera mitad del siglo XX, como mi bisabuela que nació en el siglo XIX y que impulsó a sus hijas mujeres para tener estudios de maestras en esos tiempos, o como mi madre y mi tía que continuaron con la tradición de las mujeres de la familia.
Alfonsina Storni nació en Suiza en 1892 cuando sus padres, que se habían instalado con anterioridad en San Juan, Argentina, regresaron a su tierra. Más tarde, con ella pequeña retornaron a San Juan. Luego se mudaron a Rosario, provincia de Santa Fe, y realizó sus estudios de maestra Rural en mi querida escuela Normal de Coronda, también en la provincia de Santa Fe, que se fundó el año que ella ingresó a la misma, 1909, como la primera Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales.
En la poesía de Alfonsina emergen una y otra vez sus sentimientos hacia el hombre como en “TU ME QUIERES BLANCA”; el deseo de rebelarse como en “BIEN PUDIERA SER” o las dificultades que debía afrontar por ser mujer cuando en “LA QUE COMPRENDE”, exclama “¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!”
TU ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Pudiera ser Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna...Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
LA QUE COMPRENDE
Con la cabeza negra caída hacia adelante
está la mujer bella, la de mediana edad,
postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza,
en el seno la carga del hijo por nacer,
al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!
Quiero finalizar este pequeño homenaje a estas dos grandes mujeres argentinas con este conocido poema -difundido como canción- de María Elena Walsh que nos invita al optimismo.
Felicitaciones en este día para todas las mujeres que siguen las huellas de tantas otras que, como Alfonsina y María Elena, han ido haciendo camino para las generaciones futuras.
Año Nuevo y nuevos propósitos son temas recurrentes en los últimos días del año viejo y en los primeros del recién llegado. Aunque nos produzca ansiedad el hacer balance de ese último año que hemos atravesado, al levantar la copa para brindar no podemos evitar el veloz paso de esas imágenes por nuestra mente, como el flashback en las películas: los rostros de los que ya no están con nosotros, los de los que están lejos y extrañamos, los buenos momentos compartidos, las grandes alegrías, las profundas tristezas, los logros de cualquier tamaño…
Y finalmente, cerramos el balance de nuestra planilla de contabilidad personal, debe-haber-saldo. Y los optimistas irredentos, entre los que me cuento, siempre vemos la copa medio llena, como las sensaciones que describe Facundo Tamborini en su blog (http://irreverentementereverente.blogspot.com/2011/12/noche-vieja-vida-nueva.html), y los pesimistas que al ver la copa medio vacía, lamentan lo no logrado. En ese sentido, he leído diversas recomendaciones muy útiles en blogs de psicólogos y especialistas en los que plantean que, para que no nos sintamos agobiados por lo no logrado, es conveniente plantearse objetivos concretos, medibles, a corto plazo, hacerlos públicos para sentirnos comprometidos con nosotros mismos y, principalmente, transformarlos en hábitos, como enhttp://es-la.facebook.com/notes/couples-enlaces-rosalina/a%C3%B1o-nuevo-nuevos-propositos-guia-para-cumplirlos/271819979546430
En otro blog http://www.cbp-psicologos.com/propositos-ano-nuevo.htm, nos recomiendan tomarnos el tiempo necesario para reflexionar sobre el ideal de persona que cada uno de nosotros tiene in mente, pero ser conscientes de que como ideal es difícil de alcanzar y quizás debamos conformarnos con acercarnos al mismo. Y aquí llego al motivo que me llevó a escribir sobre este tema, ¿somos conscientes de lo que buscamos en la vida, de nuestros más íntimos deseos?. Con el paso del tiempo y al mirar hacia atrás, donde con el trancurrir de los años he ido acumulando vivencias, como todos, no deja de sorprenderme el hecho de que a pesar del corto período que implican en nuestra vida, la infancia y adolescencia, es la época en la que atesoramos recuerdos más vívidos. Y todos los años siguientes se transforman en una sucesión de períodos más o menos similares, marcados por hitos que son esos “momentos para recordar” en nuestra existencia: el primer amor, el acto de graduación, el casamiento, el nacimiento de un hijo, bautismos, comuniones, logros y reconocimientos de nuestra gente querida, reencuentros, y por supuesto, aquellos que “no son para recordar” pero que inevitablemente recordamos, como la partida de nuestros padres, abuelos, amigos... En este último aspecto, sí trato de tenerlos presentes en las sensaciones, en los olores, en las palabras, en las anécdotas compartidas para que sigan viviendo a través nuestro. A mis padres los convoco en las frases que decían y les hablo de ellos a mis hijas, es mi modo de seguir teniéndolos cerca.
Tengo tendencia a dispersarme, así que vuelvo a los objetivos. Hace unos días leí en la prensa un artículo que nos invita a reflexionar sobre este tema: “¿Qué lamentamos no haber hecho cuando estamos a punto de morir?” http://www.lavanguardia.com/vida/20111214/54240193062/los-cinco-lamentos-moribundos.html. En el mismo se informa sobre el último libro de una especialista australiana en cuidados paliativos, Bonnie Ware, “Regrets of the dying” (“Los lamentos de los moribundos”), quien desarrolló una larga experiencia acompañando a gente que transita las últimas semanas de vida, y ha realizado un listado de los arrepentimientos más comunes que la gente se suele plantear al llegar a esa situación. Bonnie Ware los enumera del siguiente modo:
1.-"Me gustaría haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mis conceptos y no la vida que otros esperaban de mí"
2.-"Me hubiese gustado no haber trabajado tan duro"
3.-"Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos"
4.-"Me hubiese gustado mantenerme en más contacto con mis amigos"
5.-"Me gustaría haber sido más feliz".
Y cuando analizamos estas afirmaciones, mejor dicho estos deseos imposibles de realizar en el momento que se expresaron (el tiempo verbal utilizado “hubiese o hubiera”), podemos concluir que finalmente todo se reduce a una cuestión de honestidad con uno mismo que exige valentía para realizar cambios, para establecer prioridades, para conceder nuestro bien más valioso y finito, el tiempo, a lo que realmente importa, y tratar de ser consciente de las elecciones que realizamos. Como dice Bonnie Ware en su sitio web “Inspiration and chai” : “It is all comes down to love and relationships in the end. That is all that remains in the final weeks, love and relationships",todo lo que queda en el último momento es amor y las relaciones.
En conclusión, creo que el mejor objetivo que podemos proponernos es ser conscientes de las elecciones que realizamos en cada momento de nuestra maravillosa y única vida, para no llegar a ese momento final con tantos “hubiera o hubiese”.