Año Nuevo y nuevos propósitos son temas recurrentes en los últimos días del año viejo y en los primeros del recién llegado. Aunque nos produzca ansiedad el hacer balance de ese último año que hemos atravesado, al levantar la copa para brindar no podemos evitar el veloz paso de esas imágenes por nuestra mente, como el flashback en las películas: los rostros de los que ya no están con nosotros, los de los que están lejos y extrañamos, los buenos momentos compartidos, las grandes alegrías, las profundas tristezas, los logros de cualquier tamaño…
Y finalmente, cerramos el balance de nuestra planilla de contabilidad personal, debe-haber-saldo. Y los optimistas irredentos, entre los que me cuento, siempre vemos la copa medio llena, como las sensaciones que describe Facundo Tamborini en su blog (http://irreverentementereverente.blogspot.com/2011/12/noche-vieja-vida-nueva.html), y los pesimistas que al ver la copa medio vacía, lamentan lo no logrado. En ese sentido, he leído diversas recomendaciones muy útiles en blogs de psicólogos y especialistas en los que plantean que, para que no nos sintamos agobiados por lo no logrado, es conveniente plantearse objetivos concretos, medibles, a corto plazo, hacerlos públicos para sentirnos comprometidos con nosotros mismos y, principalmente, transformarlos en hábitos, como en http://es-la.facebook.com/notes/couples-enlaces-rosalina/a%C3%B1o-nuevo-nuevos-propositos-guia-para-cumplirlos/271819979546430
En otro blog http://www.cbp-psicologos.com/propositos-ano-nuevo.htm, nos recomiendan tomarnos el tiempo necesario para reflexionar sobre el ideal de persona que cada uno de nosotros tiene in mente, pero ser conscientes de que como ideal es difícil de alcanzar y quizás debamos conformarnos con acercarnos al mismo. Y aquí llego al motivo que me llevó a escribir sobre este tema, ¿somos conscientes de lo que buscamos en la vida, de nuestros más íntimos deseos?. Con el paso del tiempo y al mirar hacia atrás, donde con el trancurrir de los años he ido acumulando vivencias, como todos, no deja de sorprenderme el hecho de que a pesar del corto período que implican en nuestra vida, la infancia y adolescencia, es la época en la que atesoramos recuerdos más vívidos. Y todos los años siguientes se transforman en una sucesión de períodos más o menos similares, marcados por hitos que son esos “momentos para recordar” en nuestra existencia: el primer amor, el acto de graduación, el casamiento, el nacimiento de un hijo, bautismos, comuniones, logros y reconocimientos de nuestra gente querida, reencuentros, y por supuesto, aquellos que “no son para recordar” pero que inevitablemente recordamos, como la partida de nuestros padres, abuelos, amigos... En este último aspecto, sí trato de tenerlos presentes en las sensaciones, en los olores, en las palabras, en las anécdotas compartidas para que sigan viviendo a través nuestro. A mis padres los convoco en las frases que decían y les hablo de ellos a mis hijas, es mi modo de seguir teniéndolos cerca.
Tengo tendencia a dispersarme, así que vuelvo a los objetivos. Hace unos días leí en la prensa un artículo que nos invita a reflexionar sobre este tema: “¿Qué lamentamos no haber hecho cuando estamos a punto de morir?” http://www.lavanguardia.com/vida/20111214/54240193062/los-cinco-lamentos-moribundos.html. En el mismo se informa sobre el último libro de una especialista australiana en cuidados paliativos, Bonnie Ware, “Regrets of the dying” (“Los lamentos de los moribundos”), quien desarrolló una larga experiencia acompañando a gente que transita las últimas semanas de vida, y ha realizado un listado de los arrepentimientos más comunes que la gente se suele plantear al llegar a esa situación. Bonnie Ware los enumera del siguiente modo:
1.- "Me gustaría haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mis conceptos y no la vida que otros esperaban de mí"
2.- "Me hubiese gustado no haber trabajado tan duro"
3.- "Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos"
4.- "Me hubiese gustado mantenerme en más contacto con mis amigos"
5.- "Me gustaría haber sido más feliz".
Y cuando analizamos estas afirmaciones, mejor dicho estos deseos imposibles de realizar en el momento que se expresaron (el tiempo verbal utilizado “hubiese o hubiera”), podemos concluir que finalmente todo se reduce a una cuestión de honestidad con uno mismo que exige valentía para realizar cambios, para establecer prioridades, para conceder nuestro bien más valioso y finito, el tiempo, a lo que realmente importa, y tratar de ser consciente de las elecciones que realizamos. Como dice Bonnie Ware en su sitio web “Inspiration and chai” : “It is all comes down to love and relationships in the end. That is all that remains in the final weeks, love and relationships", todo lo que queda en el último momento es amor y las relaciones.
En conclusión, creo que el mejor objetivo que podemos proponernos es ser conscientes de las elecciones que realizamos en cada momento de nuestra maravillosa y única vida, para no llegar a ese momento final con tantos “hubiera o hubiese”.